El pueblo de Gravoi, en algún lugar de la isla de Cerdeña, es un revoltijo de callejones empedrados, escaleras concéntricas y rincones sombreados donde un turista jadeante podría refugiarse del calor. Bajo el sol abrasador, con vistas al mar Mediterráneo, es el telón de fondo ideal para una sesión de Instagram: vestidos ondulantes, sombreros de paja flexibles, gambas de piernas largas extendidas sobre un plato de porcelana blanca. Por la noche, sin embargo, Gravoi proporciona el plano y el telón de fondo de una pesadilla. Su remolino arquitectónico de callejones sin salida, santuarios religiosos y rejas de hierro perfiladas describen un laberinto infernal y claustrofóbico. Es esta última realidad en la que se desarrolla principalmente Saturnalia, un juego de terror de supervivencia ambientado en una aldea cambiante. Descrito por sus creadores como un «laberinto de muerte procesal», es un lugar de horrores tanto físicos como psicológicos al que los cuatro protagonistas del juego se ven inexorablemente atraídos.
El grupo llega al pueblo para el Festival de Santa Lucía, una reunión enmascarada impregnada de simbolismo católico que coincide con el solsticio de invierno. Todo el mundo está de paso por una razón diferente. Anita, tu personaje inicial, es una geóloga que, durante el último año, ha estado evaluando las minas debajo de la ciudad en busca de un posible comprador. Embarazada del hijo de un clérigo local, con quien ha disfrutado de una aventura secreta, Anita está desesperada por huir de los escombros de sus elecciones recientes. Paul es un reportero gráfico y huérfano que abandonó el pueblo cuando era niño. Espera que su regreso agregue sustancia a la memoria translúcida de sus difuntos padres. El drogadicto Sergio también abandonó Gravoi hace años, al final de una relación con un amante mayor y caballeroso. La separación dejó una herida emocional duradera. Ha regresado al pueblo para un emotivo ajuste de cuentas. Y, por último, Claudia, la hija del dueño de un bar local, La Principessa, quien durante demasiado tiempo ha ignorado las extrañas circunstancias que rodearon el suicidio de su tía. Cada personaje tiene un secreto que intenta ocultar o uno que espera exponer.
Dos obstáculos se interponen en el camino de los objetivos emocionales del elenco: la noche y la criatura. Silent Hill tenía niebla; Saturnalia tiene oscuridad: una sustancia pegajosa y empalagosa que reduce la visibilidad a unos pocos pies y hace que navegar por el pueblo sea muy difícil. Hay letreros de calles, mapas en cada esquina y pequeñas hogueras que actúan como puntos de referencia, pero encontrar el camino sigue siendo complicado, incluso después de horas de familiaridad. Enciende una cerilla y la luz ondulante te proporcionará unos metros más de visibilidad, pero las cerillas son un bien escaso que es mejor guardar para explorar las minas, donde no hay luz ambiental en absoluto.
La oscuridad es, con el tiempo, manejable. La criatura no es. Una manifestación de los enredados secretos de la ciudad, este monstruo de sombras enmascarado vaga incansablemente por las calles de Gravoi en busca de infractores del toque de queda. Señala su presencia gradualmente, con el sonido de los frijoles secos, un mensaje de audio que no pierde nada de su poder petrificante durante las aproximadamente doce horas de duración del juego. Cada acción (caminar, correr, abrir una puerta, romper una ventana) produce ruidos que tiñen el cielo con un rosa neón, atrayendo la atención de la criatura. Cualquiera de los cuatro personajes que estés controlando en ese momento puede taparse los ojos para tratar de evitar que lo detecten, o intentar dejarlo atrás, pero una vez que el monstruo comience a perseguirte, maldecirás la aldea, su desconcertante diseño, y la oscuridad que gotea.
La captura no significa la muerte, al menos no inmediatamente. Cuando lo atrapen, su personaje será arrastrado a una pira donde, si es rápido y silencioso, uno de los personajes restantes tendrá una breve oportunidad de liberarlo. De no hacerlo, los cuatro protagonistas irán expirando uno a uno. Memorizar el diseño de la aldea tiene un uso limitado. En Game Over, Gravoi renace y se reorganiza rápidamente en una nueva configuración infernal: una elección de diseño que enfurecerá a los escritores de guías y deleitará a los YouTubers.
Saturnalia disfruta de un estilo singular que recuerda a los juegos de abandonware de principios de la década de 2000, la animación deliberadamente entrecortada acentuada con un sombreado negro rasposo, todo lo cual se suma a la estética de la película casera. En contraste con el horror hábilmente producido de Resident Evil, Saturnalia se adhiere a la tradición cinematográfica de guerrilla de Blair Witch Project y Slenderman, suscitando sus sustos no a partir de escenas coreografiadas con ángulos de cámara cuidadosamente elegidos, sino de una atmósfera implacablemente opresiva interrumpida por ráfagas ocasionales. de terror veloz. Sin embargo, a pesar de su apariencia de terror independiente, el juego se inspira claramente en algunas fuentes de gran éxito. La búsqueda del jugador por parte de la criatura es puro Mr. X (el obstinado perseguidor de jugadores de Resident Evil 2 Remake); los armarios en los que los personajes pueden encogerse hasta que pasa el peligro provienen de Alien: Isolation, mientras que lo único que falta en las distintas salas de seguridad del pueblo son las máquinas de escribir en las que puedes guardar el progreso.
Tu aventura está organizada y mediada a través de una pantalla de misión, a la que se agregan personajes y pistas al ser descubiertas, junto con líneas útiles que denotan sus relaciones entre sí. Es aquí donde el juego aclara los objetivos inmediatos del grupo, tanto como colectivo como individualmente, y la pantalla ayuda a poner orden y enfoque. Aún así, a veces los acertijos del juego son arcanos, y administrar elementos entre los cuatro personajes puede volverse frustrante; cuando haces una carrera exitosa por la ciudad y descubres que necesitabas haber traído, digamos, a Paul con su cámara, o a Claudia con su habilidad para atravesar las barras de hierro, es intensamente desalentador.
El hecho de que las monedas esenciales del juego sean finitas también ejerce una presión psíquica. Necesitas monedas recuperadas para comprar fósforos, y necesitas fósforos para iluminar tu camino y explorar el sistema de minas. Incluso el jugador más concienzudo descubrirá que sus recursos pronto disminuirán, lo que naturalmente aumentará la dificultad del juego. Con el tiempo, esta economía comprimida ejerce una carga psicológica importante. Cada viaje por la ciudad para encontrar algunas monedas, comprar algunos fósforos, iluminar el camino hacia tu próximo objetivo está lleno de tensión y ansiedad. Con el tiempo, incluso la tarea más sencilla se convierte en una montaña en la mente. De esta manera, Saturnalia requiere no solo destreza en los dedos para maniobrar a un monstruo perseguidor, sino también cierta fortaleza mental para superar los momentos de abatimiento.
Los acertijos del juego son apropiados para el entorno del pueblo y encajan en armonía con las diversas historias entrelazadas que se cuentan. No tendrás que recuperar, digamos, una joya gigante de un estanque y presionarla contra una estatua para abrir una puerta; más bien, las herramientas esenciales del juego (un martillo, un par de cortadores de pernos, un soldador, una espátula para paneles de yeso) son agradablemente mundanas y arraigan el juego firmemente en la realidad. Rompe esta ventana. Corta esa cadena. Sin esta practicidad fundamental, los temas más ambiciosos del juego, que tocan el racismo y la homofobia, podrían haberse sentido simbólicos o emparejados de manera inapropiada. En cambio, Saturnalia establece con éxito una relación entre sus horrores físicos y espirituales, que juntos llevan al jugador a su desagradable realidad. Saturnalia es un pequeño videojuego horrible, pero horrible precisamente en todos los sentidos que pretendían sus creadores.